Por tercer día consecutivo, Tailandia y Camboya mantienen un enfrentamiento fronterizo que ha dejado 32 personas fallecidas, decenas de heridos y cerca de 180, 000 evacuados. A pesar de las peticiones diplomáticas para una tregua, ambos ejércitos siguen intercambiando fuego, extendiendo las hostilidades desde las provincias de Surin y Sisaket hasta Chanthaburi y Trat, en el Golfo de Tailandia.

El ministro de Exteriores de Tailandia, Maris Sangiampongsa, reafirmó en Bangkok el compromiso de su país con el derecho internacional y exhortó a Nom Pen a retomar las negociaciones bilaterales. Simultáneamente, Camboya pidió en el Consejo de Seguridad de la ONU un “alto el fuego inmediato e incondicional” para proteger a la población civil. Ambos gobiernos respaldaron la mediación propuesta por Malasia, actual presidente rotatorio de la ASEAN, pero los cañones no han cesado.

En la madrugada, las fuerzas navales tailandesas repelieron un nuevo asalto en la provincia de Trat, donde las autoridades impusieron la ley marcial en ocho distritos colindantes para agilizar el despliegue de tropas y garantizar el orden. Las cifras oficiales sitúan en 19 las bajas tailandesas (13 civiles y 6 militares) y en 13 las camboyanas (8 civiles y 5 soldados).

La ofensiva golpea sin distinción: hospitales, mercados y escuelas improvisadas como refugio han resultado dañados, y miles de familias se han visto obligadas a huir hacia el interior. ONG y organismos de la región advierten que, de no concretarse un alto al fuego, la crisis humanitaria podría agravarse con escasez de alimentos y medicinas.

Hasta ahora, la batalla diplomática y militar se libra en paralelo: mientras se intercambian declaraciones en foros internacionales, las bombas continúan cayendo sobre poblados fronterizos. La larga historia de disputas territoriales entre ambos países vuelve a tensar una zona estratégica, poniendo en jaque la estabilidad regional y el compromiso de la ASEAN con la resolución pacífica de conflictos.