Altos funcionarios estadounidenses se encuentran en alerta máxima ante la posibilidad de lanzar un ataque contra Irán en los próximos días, luego de que la Casa Blanca reconozca abiertamente su disposición a emplear la fuerza. En reuniones privadas de diversas agencias federales, se ha empezado a revisar la logística necesaria para un bombardeo que, según algunas fuentes, podría llevarse a cabo incluso durante el fin de semana.

La escalada coincide con la prolongada confrontación entre Irán e Israel, y refleja un giro en la postura del presidente Donald Trump, quien hasta hace poco abogaba por reanudar las negociaciones diplomáticas sobre el programa nuclear iraní. Pese a ello, sus recientes declaraciones —“todas las opciones están sobre la mesa”— han alimentado especulaciones sobre un próximo ataque, mientras Teherán insiste en su compromiso con la diplomacia y niega cualquier intención de fabricar armas nucleares.

Paralelamente, potencias europeas como el Reino Unido, Francia y Alemania planean conversar con representantes iraníes en Ginebra este viernes, en un intento por reactivar el diálogo nuclear. Sin embargo, voces como la del senador Lindsey Graham presionan a favor de medidas militares, advirtiendo sobre el riesgo que supondría un Irán armado.

En este clima de incertidumbre, Washington evalúa las implicaciones estratégicas de un eventual bombardeo y ofrece a los líderes iraníes una última ventana para moderar su programa de enriquecimiento de uranio. El mundo observa expectante la posible decisión que podría redefinir la estabilidad en Oriente Medio.