En un nuevo capítulo de violencia, Rusia lanzó un ataque masivo contra Ucrania, empleando al menos 70 misiles y 145 drones suicidas que impactaron en seis regiones, incluida Kiev. La ofensiva, que dejó al menos doce muertos y noventa heridos, fue duramente criticada por la alta representante de la Unión Europea, Kaja Kallas, quien acusó a Moscú de “no buscar la paz sino burlarse de ella” al lanzar un letal bombardeo con el que, dijo, reafirma que el verdadero obstáculo para la paz es la propia Rusia.

El gobierno de Kiev, a través de su Fuerza Aérea, detalló que las regiones afectadas además de Kiev fueron Járkov, Dnipropetrovsk, Zhitómir, Zaporiyia y Jmelnitski. Frente a esta agresión, las autoridades ucranianas reportaron daños en infraestructuras civiles y un saldo trágico en vidas humanas. El presidente Volodímir Zelenski interrumpió parte de su visita de Estado a Sudáfrica para regresar urgentemente a la capital y demandar un cese inmediato e incondicional de los bombardeos.

Desde el Kremlin, negaron que el objetivo haya sido la población civil y afirmaron que los misiles apuntaron “a blancos militares y cuasimilitares”. Sin embargo, la UE, representada por Kallas y por el portavoz de la Comisión Europea Guillaume Mercier, rechazó esa versión, advirtiendo que Rusia opera con “un lenguaje de violencia y terror” y que cualquier medida de paz debe surgir únicamente de la voluntad de Ucrania y con participación de la Unión Europea.

En paralelo, resurgen las polémicas en torno al plan de paz impulsado por la Casa Blanca, que según Axios y The Wall Street Journal condiciona el fin de las hostilidades al reconocimiento de Crimea como territorio ruso, la renuncia de Ucrania a integrarse a la OTAN y la cesión del control de la central nuclear de Zaporiyia a Estados Unidos. Estas propuestas han desatado un cruce público de reproches entre Zelenski y el expresidente Donald Trump, profundizando la compleja negociación de un acuerdo que, de concretarse, redibujaría el mapa geopolítico de Europa del Este.