Una ola de tormentas sin precedentes descargó en pocos días casi un año de lluvia sobre Beijing y provincias vecinas, provocando inundaciones que atraparon a decenas de personas. En el distrito de Miyun, el Centro de Cuidado de Ancianos de Taishitun quedó sumergido cuando el río cercano se desbordó, causando la muerte de 31 residentes y obligando a rescatar con botes a otros 48 que se aferraron a ventanas y barandillas.

El secretario del Partido en Miyun, Yu Weiguo, ofreció una inusual disculpa pública al reconocer que el asilo no había sido incluido en los planes de contingencia por considerarlo “seguro” en el pasado. El centro albergaba a 69 personas, 55 de ellas con algún tipo de discapacidad, y contaba con 77 ocupantes cuando las aguas alcanzaron alturas de hasta dos metros.

En toda Beijing, las autoridades confirmaron 44 muertes por ahogamiento y colapsos estructurales, mientras que en la vecina Hebei fallecieron al menos 16 personas y en Shanxi otras 10 cuando un minibús cargado de trabajadores agrícolas fue arrastrado por la corriente. Cuatro ocupantes continúan desaparecidos en esa provincia.

Los medios estatales, incluidos reportajes de CCTV, mostraron operativos de rescate sin mencionar el trágico número de víctimas, en un contexto de fuerte censura de información sobre desastres en China. Organismos de protección civil y bomberos locales despliegan ahora bombas de extracción, muros provisionales y equipo de salvamento para evitar nuevos colapsos, mientras familiares claman por mayor transparencia y mejoras en la alerta temprana.

La desbordada emergencia en la capital y regiones aledañas plantea dudas sobre la preparación frente al cambio climáticoy la gestión de infraestructuras críticas. La lección amarga de Miyun podría impulsar una revisión de protocolos para proteger a los grupos más vulnerables cuando las lluvias extremas vuelvan a poner a prueba al país.