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Comida chatarra en escuelas mexicanas: estudiantes burlan restricciones

A pesar de las normas de la SEP, alumnos venden dulces y papas a escondidas; puestos ambulantes persisten cerca de colegios.

México

9 de abril de 2025

Manuel Jasso

La Secretaría de Educación Pública (SEP) mantiene desde hace años una batalla contra la comida chatarra en las cooperativas escolares, prohibiendo la venta de productos como refrescos, papas fritas y dulces con sellos de advertencia. Sin embargo, los estudiantes han respondido con ingenio: creando redes clandestinas de venta dentro de salones, lockers e incluso coordinando estrategias para evadir la vigilancia.


En una primaria pública de la Alcaldía Benito Juárez, Leonel, un alumno, reveló que algunos compañeros venden papas "a escondidas" en el aula: "Uno las ofrece a 15 pesos, otro a 20. Si la bolsa es más grande, suben el precio". Aunque la escuela sustituyó estos snacks por frutas como sandía, el mercado informal persiste. Hasta los docentes parecen tolerarlo: "La maestra le pidió a un niño que fuera ‘sigiloso’ para no alertar a la directora", relató.


El fenómeno no es exclusivo de escuelas públicas. En un colegio privado de Benito Juárez, Luis contó que sus compañeros venden malvaviscos cubiertos de chocolate y golosinas enchiladas durante el recreo. Mientras, en una secundaria privada de la misma zona, un grupo de adolescentes llenó un locker con dulces. Andrea, una estudiante, llevó una bolsa de Menthos, pese a las advertencias de su madre sobre la salud dental. "La idea era tenerlos bajo llave, pero se acabaron el mismo día", admitió.


Afuera de las instituciones, la comida chatarra sigue al alcance. En la Alcaldía Gustavo A. Madero, cerca de un jardín de niños en Avenida Cienfuegos, al menos 10 puestos ambulantes ofrecen productos con sellos de advertencia. José Urdapilleta, vendedor con una década de experiencia en el lugar, aseguró estar dispuesto a adaptar su oferta si las autoridades lo exigen. Pero, por ahora, sus dulces y refrescos siguen siendo un imán para los menores.


La SEP insiste en que las cooperativas escolares deben promover una alimentación saludable, pero los hechos revelan que las restricciones no han cambiado del todo los hábitos de consumo. Expertos subrayan que la clave está en la coordinación escuela-familia y en la vigilancia constante. "Los niños replican lo que ven en casa. Si no hay conciencia allí, las normas escolares pierden fuerza", explicó un nutriólogo local.


Mientras tanto, la creatividad estudiantil para sortear regulaciones refleja un desafío mayor: cómo equilibrar políticas públicas con realidades culturales. La comida chatarra sigue siendo, para muchos, un hábito difícil de erradicar.

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