La calma provisional acordada en la franja de Gaza se fracturó ayer con una nueva serie de ataques aéreos ordenados por Israel, según comunicó el ejército, tras lo que describió como una emboscada en Rafah donde murieron dos soldados. El Ministerio de Salud de Gaza informó que la ofensiva dejó al menos 46 personas muertas y 146 heridas, entre ellas civiles que buscaban refugio en una escuela en el norte del enclave.

El ejército israelí justificó los bombardeos como “represalias” y señaló que las operaciones fueron dirigidas a “objetivos terroristas” afines a Hamás en sectores como Zawaida, Nuseirat, el área de Muwasi de Jan Younis y Beit Lahiya. En su cuenta oficial, la portavoz militar indicó que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) actuaron tras lo que consideran una violación del acuerdo de cese de hostilidades. Más tarde, las FDI anunciaron que volverían a aplicar temporalmente el cese al fuego conforme a directrices políticas, tras una serie de ataques en respuesta a la presunta emboscada.

Desde la parte palestina, la oficina de medios de Gaza aseguró que, desde la entrada en vigor de la tregua el 10 de octubre, Israel ha cometido 80 violaciones al pacto, con un saldo acumulado de 97 muertos y 230 heridos durante ese periodo. Las autoridades sanitarias de Gaza suministraron además nuevos totales desde el inicio de la guerra en octubre de 2023: 68,159 fallecidos y 170,203 heridos, cifras que reflejan el impacto sostenido del conflicto en la población civil.

La onda de violencia incluyó también el registro de la entrega por parte de Israel de “15 cuerpos sin identificar”, con lo que el número total de cuerpos entregados por las fuerzas israelíes a las autoridades de Gaza ascendió a 150, según comunicados locales. Por su parte, reportes sobre la infraestructura señalan daños severos: la compañía de distribución eléctrica de Gaza estimó pérdidas cercanas a 728 millones de dólares en el sistema eléctrico, y reportó la muerte de 60 trabajadores y decenas de heridos entre su personal técnico.

En Washington, el presidente Donald Trump afirmó que, pese a los incidentes, el alto el fuego “sí lo está” —en referencia a su vigencia— y subrayó su intención de mantener la relación con Hamás dentro de un marco que, en sus palabras, debe ser “pacífico” pero aplicado con firmeza si es necesario. Trump también anunció contactos diplomáticos paralelos: anticipó la llegada de asesores y una delegación para intentar avanzar en la negociación del cese de hostilidades.

La organización Hamás, por su parte, negó haber violado el acuerdo alcanzado en Sharm el-Sheij el 9 de octubre, afirmando que cumple con lo pactado y cuestionando la evidencia presentada por mediadores o garantes sobre su supuesta injerencia en la ruptura del alto el fuego. En tanto, el primer ministro israelí —quien ha sido señalado en algunos reportes internacionales por enfrentarse a procesos en tribunales internacionales— autorizó represalias “con fuerza” tras el ataque en Rafah; el ministro de Seguridad Nacional de Israel exigió intensificar las operaciones.

La escalada se produce en un contexto diplomático tenso: enviadores y asesores estadounidenses han viajado o se preparan para viajar a la región con el objetivo de preservar la tregua y avanzar en mecanismos que reduzcan la violencia. Sin embargo, los episodios de retaliación y las denuncias de violaciones al alto el fuego mantienen en alerta a mediadores y a la población civil, que continúa soportando el costo humanitario del conflicto.